viernes, julio 27, 2012

Esta ciudad

Se está volviendo insoportable. Circular de modo vehicular (llámese taxi, camión o auto particular) se ha vuelto imposible gracias a las innumerables construcciones, cierres viales sin razón, gente torpe y el alto volumen de automotores que tenemos hoy en día.

Pero ningún sufrimiento comparado con los días que llueve. Que llueve en serio porque ahora llueve todos los pinches días a la hora de la salida común laboral. Como debe de ser. Seguro es una venganza de la naturaleza contra nuestra imposición urbana.

Ahora bien, ¿cuál es el chingado problema? ¿Será que la lluvia inunda partes críticas de las vialidades y de ahí se provoca un efecto dominó de detenimiento en absolutamente toda la urbe? ¿Será la falta de educación vial y de respeto entre conductores? ¿Será una falta de personal de tránsito que controle la circulación entorpecida por esas faltas de respeto vial? O será simplemente que la lluvia contiene esporas de desastre que al ser respiradas por todo el mundo se provoca el caos en masa.

Es que no me lo explico. Tomar el coche bajo una tormenta es prácticamente imposible. Es cierto que es más complicado manejar porque a veces la lluvia es tan fuerte (aquí en al ciudad, no en el campo donde se necesita, aquí a las 6:00 de la tarde no en la madrugada cuando a nadie le importa) que no te deja ver por donde vas y tienes que aminorar la marcha. Tomar un taxi es igual de imposible ya que la gente como que enloquece –a de pensar que se encoge- y llegan a parar taxis para avanzar 2 o 3 calles y no mojarse, además que sería una idea muy torpe ya que al ser un vehículo también, estarías atrapado en el tráfico común y encima, pagando un dineral. Y, por supuesto que los taxistas ni se detienen, según ellos porque los meten al tráfico y luego el pasaje se baja por desesperación, pues sí, lógico. Pero es que ahora con sus rutas establecidas y su elitismo para subir pasaje, tomar un taxi es como contratar una limousine y encima, sin el glamour. Tomar el metro es también imposible. Vuelvo a pensar que la gente debe tener la idea que la lluvia mata y si de por si el metro es un transporte donde fluye la gente como el agua en las cataratas del Niágara, con lluvia es peor. Simplemente no te puedes subir, ya no por la falta de sangre guerrera para colarte entre la gente, sino porque no puedes llegar siquiera a comprar un boleto. Y los camiones… igual que el metro con el defecto de los coches. Parados como todos, cambiando rutas para “evitar el tráfico” y alejándote de tu destino en vez de acercarte, hacinados por la gente con el miedo mortal de mojarse y escasos ya que se encuentran detenidos por horas en el mismo punto sin llegar a la próxima parada.

¿Y qué hacer? Caminar. Patinar. Ir en bicicleta. Claro que eso en esta ciudad también es complicado. En principio porque es una ciudad construida con el culo, y no sólo te mojarás por la lluvia que cae sino por la infinidad de charcos, inundaciones y los miserables coches que te avientan agua estancada para divertirse. A pesar de llevar impermeable es toda una aventura acuática. Los patines son complicados en suelo mojado y Dios te libre de caerte en plena calle porque serás atropellado ipso facto. La bicicleta es uno de los mejores vehículos, pero en lluvia también es complicada, y al no poder ir sobre la banqueta también te arriesgas a cruzar entre los coches aviados de sangre y libertad, que te avientan la lámina yo creo por el coraje de que vas más rápido que ellos, las motos que sienten les roba su espacio exclusivo de los acotamientos –que ellos no tienen porque usar- y nuevamente la destreza en el suelo mojado. Pero cabe mencionar que esta es una ciudad centralizada, y en las oficinas, con nuestra cultura “de 9:00 a 6:00 llueva, truene o relampaguee” –¡JAJA!- el 80% de la gente vive a 2hrs o más de su lugar de trabajo, en transporte. Lo que implica que caminando haría como 5hrs y en bicicleta unas 4hrrs. No es de Dios. No es opción.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer con la lluvia? ¿Qué hacer con esta ciudad? ¿Dejar de robar y empezar a planear las cosas sensatamente? ¿Educar? ¿Promover el uso y respeto de vehículo no automotores? ¿Promover el Home Office? ¿Cambiar los horarios laborales? ¿Descentralizar y contratar a personal según su zona geográfica? No sé, pero que desesperación de sitio. De verdad.

lunes, julio 09, 2012

Y nada...

Que no me siento bien. Que quién sabe qué pasó y pareciera que voy para atrás como los cangrejos. Ya no sé si soy yo o los demás, o todo. Ya no sé quien soy yo. Se ha vuelto un poco ridículo todo esto. Es como si me asustara de pronto, gritara y alguien me preguntara ¿qué pasó? – Nada. ¿Entonces porqué te espantaste? – No sé. Y después no se me quita el susto –de la nada- ni con bendiciones.

La pastilla no ha sido mágica, aunque me dijeron que lo sería. Estoy consciente que nunca lo será. Los amigos, más mágicos que la pastilla pero sin surtir un efecto recuperador que permanezca, tendría que comérmelos tal vez.  La familia, no sé si es recuperador o agotador. Me da tanto miedo que se vayan, que no estén, porque muchos no están. Porque todo mi mundo perfecto, sí, perfecto, existe pero está lejos. La pareja, Dios sabe lo que hace la pareja. Recupera, permanece, aguanta pero tampoco cura. Y yo, yo… tendría que poner digamos, la estrella en el árbol de navidad, todos pueden cooperar y sé que yo tengo que dar el “último jalón” pero ¿Cómo? Cómo si cada vez que pienso que lo estoy dando es como un ligazo hacia atrás. Cómo si ha pasado tanto tiempo, porque 5 meses son mucho tiempo y no logro sentirme bien, cómo si las mejoras en ese tiempo se caen en un día y estamos como al principio.

¿Qué necesito? ¿Qué carajos necesito? ¿Cambiar de trabajo? ¿Dejarlo todo? ¿Tomar –como dice Carlos- más tequila y menos Prozac? Mandar todo al demonio y empezar a entender que no puedo controlarlo todo, que por más que quiera lo que tengo y a quienes tengo –incluyéndome- pueden desaparecer en cualquier momento porque así es la vida, porque así es mi vida y pase lo que pase tengo que saber cómo salir adelante. ¿Pero para qué? No me imagino saliendo adelante sin todo eso que “tengo”, sin ellos, sin mí.

Empiezo a ser esa persona que solía conocer y no quien conozco. Siempre me acuerdo de mí antes, cuando no tenía miedo, cuando todo me causaba emoción y asombro, cuando nada me detenía y lo veo tan lejos, tan inalcanzable. ¿Cómo se fue? ¿Quién se lo llevó? ¿Cómo volver? ¿En qué momento dejé de sentirme invencible? Y sobre todo ¿Por qué? ¿Porque no pude hacer nada por salvar a la Yaya? ¿Porque no quise hacer nada para retener a mi hermano? ¿Porque no supe –y no quise- darle su merecido a la pera? ¿Porque tengo muchos círculos abiertos? o muchos cerrados. La verdad es que ya no entiendo nada.

Hay mucha gente a la que quisiera decirle “sabes qué: púdrete” y ya. Pero no sé si eso arreglaría algo. A veces me despierto tan enojada y sin saber por qué pero al menos no me afecta tanto. Días como hoy, como ayer, que amanezco como si la Yaya se hubiera vuelto a morir son de lo más jodido. No me explico qué pasa. No vi nada en la tele, ni me enteré de una mala noticia, ni leí mi antigua correspondencia, ni me senté en mi chupón de chiquita. Sólo me acosté así y amanecí así. ¿Será dolor? Será que no estoy acostumbrada a que las cosas me duelan y… no entiendo que esto sea normal. Por ahí circula el mensaje que los ataques de pánico, la ansiedad, la depresión, no son síntomas de debilidad si no de haber permanecido fuerte durante mucho tiempo. Por Thor que yo he sido muy fuerte entonces. Más fuerte que toda la liga de la justicia junta.

Hice un juego de una imagen en donde tienes que descubrir 3 palabras, las primeras 3 que descubres en teoría te describen. Yo encontré: Honest, Special y Strong. Me sentí tan feliz cuando vi “Strong”. Pensé que si el juego lo decía, si mi subconsciente lo sabía entonces era cierto, entonces no tenía de qué preocuparme porque aunque no lo crea sí soy fuerte. Un día después, lo que es la ironía, sintiéndome mal y pensando en mil y un pendejadas –como debe ser cuando te sientes mal- le enseñé el juego a Jess, y al volver a hacerlo yo la primera palabra que encontré fue “Scared”. Me derrumbé. Será que soy fuerte, pero todo el tiempo tengo miedo. ¿Cómo vivir sin miedo? ¿Cómo dejar de pensar que todo se puede ir al carajo en un segundo? Que no importa lo que hagas ni lo que te cuides o cuides a los demás, hay un destino y se ha de cumplir, cómo dejar de tener miedo a no saber qué pasará mañana y según lo que pase, cómo tendrás que hacerle.

España se acerca y no me emociona, me estresa. Un viaje que planeé desde que regresé de allí hace 7 años, que estamos planeando Jess y yo desde hace 3 y que por fin se realiza y a mí me estresa. No he sido lo suficientemente fuerte para decir “no vamos” y tampoco para decir “vámonos ya”. ¿Por qué me estresa? ¿Por qué se llevaron lo bonito de mí y quién o qué se lo llevó? ¿Por qué ya no soy yo?

Cada año que cumplía descubría una versión mejorada de mí. Con todos mis defectos y manías siempre lograba ser una versión mejorada y esta vez creo que falló la actualización. No a los 30, a los 29. Tal vez mi teoría de esta mañana es cierta, tal vez la Yaya era mi alma gemela y cuando se fue se llevó mi mitad, la mitad fuerte, consciente, pensante, confiada y feliz. Y me quedé con la mitad que no sabe nada de si misma. No sé que carajos hacer para salir de esta montaña rusa, siempre tuve miedo de perder a la gente que amaba y la habilidad de no demostrarlo, pero nunca pensé que una de ellas sería yo, y por Dios cómo me extraño.

martes, julio 03, 2012

El recuento de los 30

1982 – Nací
1983 – Aprendí a caminar
1984 – Conocí a la Miss Susana y tuve mi primer novio Yoshi. Jugábamos en una especie de canoa de metal que había en el kinder y la volteamos. Así nos fue. También me acuerdo del perro de la Miss Susana que mi hermano logró horrorizar.
1985 – Viví el temblor de la Cd. de México, bajo el marco del baño del depto. y bajo el brazo de mi padre que nos protegía a todos con su cara de horror. Un día, nos llamaron, en el kinder de la Miss Susana y nos dijeron que mi mamá vendría por nosotros. Esperamos sentados en una banquita tomando una agua de jamaica sin saber que pasaba hasta que llegó. Se había muerto mi abuelo. Yo lo entendí 4 años después.
1986 – Me culparon de un acto vandálico con unos colores en el kinder y tuve que pagar la condena lavando los baños de niñas.
1987 – Fui capturada haciendo un acto vandálico en el kinder y tuve que pagar la condena lavando las bancas del salón. Es muy probable que en este año haya recibido mi primer triciclo apache.
1988 – Inventé la historia de la mano peluda en el sótano de la cooperativa del kinder haciendo correr a todos los niños y dejando libre la fila. También me colgué de una rama del árbol de margaritas y aterricé sobre algún cristiano que me costó una semana sin recreo.
1989 – Entré a la primaria y conocí a mi primer maestra Hitleriana, la Miss Mary, que me aventó unas cajetillas de cigarros a la cabeza por haberlas llevado vacías, cuando nunca especificó que había que llevarlas llenas, y mi madre, en toda su buena voluntad, las vació pensando que una niña de 6 años nada tenía que hacer con cigarrillos. En ese año un niño gordito llamado Jorge me acusó de algún acto vandálico y le rompí todos sus colores uno a uno, no recuerdo que condena pagué, pero recuerdo que no me importó. El gordo se lo merecía. ¡Ah! Y fue el año memorable en que le pegué al director de la escuela, el señor Cecilio Salmerón porque el muy listo me dijo: “te crees muy importante pegándole a los demás niños ¿no? A ver, pégame a mí” y entonces yo le pegué muy obediente. La cara que puso no tuvo precio. Mi madre aún se pregunta como es que logró que no me expulsaran.
1990 – Cerraron mi escuela el Colegio Champaignat y fui a dar al Magallanes, aún instalado en Mier y Pesado, 7 años, 2° de primaria. El día que me inscribí conocí a Don Polo y Esperanzita su esposa, los encargados de la cooperativa, y mi mamá me compró mis primeros Nerds. El hecho más memorable fue mi primer recreo, me senté en un árbol que ya no existe, sola, abrí mi sándwich y antes de la primer mordida se acercaron Liliana y Jessica; “Hola”. Hola. “¿No tienes amigos verdad?”. No. “Si quieres nosotras podemos ser tus amigas”. Jessica fue la del monólogo, Lili la de la sonrisa cómplice, y Dios sabe lo que pasó después.
1991 – Me arrojé por una ventana durante la clase del profesor de inglés, Raúl. Sólo porque alguien me dijo que no podría hacerlo. Luego aparecí en el salón y terminé la semana en la dirección. Ese año inventé mi versión de calabozos y dragones en una hoja de block con un dado hecho de goma cortado finamente con un cutter que me valió una felicitación del maestro por mi imaginación y un reporte por jugar y distraer en clase. También me gané el premio a bufón por contar los mejores chistes en clase de la Miss Alicia. Ese año tocó el Memory de When I’m 64, último en que mi grupo se coronaría ganador de tal festival antes que los padres de los perdedores lograran quitar la premiación para proteger los sentimientos de los palurdos que no ganaban.
1992 – Tuve mi primer novio, Julio, era el niño nuevo y también se convirtió en mi niño nuevo. Rompí el récord de meses continuos con conducta reprobada y mandaron llamar a mis padres, pero no hubo mucho que hacer, ya que mi historial académico era impecable y el subdirector tuvo la mala suerte de argumentar una cosa por demás estúpida: “es que su hija me ve con unos ojos horribles” y entonces mis padres le perdieron todo el respeto. Me lo pase muy bien ese año, con los talleres y con el Memory de La Sirenita. Un Día en clase de inglés me tropecé con las tablas del piso y se me salió un zapato, dado mi historial delictivo se tomó como una gracia premeditada y fui expulsada de la clase con castigo de planas, pero encontré a mi hermano deambulando por el patio y dada nuestra compatibilidad de letra compartimos el castigo, el tiempo y la conversación, fue algo muy divertido de lo que nadie jamás se enteró.
1993 – El año fatídico de la primaria. Fue el primer año que decidí qué pasaría si dejaba de hacer la tarea y lo hice. No pasó nada. Cuando preguntaban los cuestionarios en orden yo preguntaba la respuesta que me tocaba al de enfrente y al de atrás de modo que tenía colchón de 3 preguntas, nunca se daban cuenta que tenía los cuestionarios en blanco y mi memoria privilegiada me permitía aprender las respuesta suficientes para los exámenes, aunque en los semestrales sí sufrí un poco. La maestra titular era otra vez Hitleriana y no lo pasaba muy bien, mi hermano también había dejado ciertas secuelas y querían ver en mí su versión mejorada pero… yo no era igual, él era Lisa, yo Bart. Después de aquel ligazo que lancé y fue a darle justo en el ojo a Diana García cuando le había apuntado a la boca bostezante, estuve en libertad condicional el resto del año. No lo pasé bien. Tanto estrés me dio ansiedad y estuve algunas semanas enloquecida queriendo correr a mi casa y huir de la escuela, a veces me escondía en el baño para tranquilizarme o hacía que mi mamá se quedara afuera de la escuela en la puerta, pero después de algún tiempo lo superé. Como dice Carlos, a esa edad se supera todo.
1994 – La primaria se acabó. Era el último año. Lo pasé fantástico. Seguía siendo el azote de los ñoños, la capitana de los equipos de deportes, parte de los equipos ganadores de todo, de los torneos de palmadas, kickball, las mini-olimpiadas, no gané nunca el concurso de declamación pero llegué a las finales. Lo pasé bomba en el desayuno de graduación… fue un buen año. Aparecieron los nuevos pesos y empecé a coleccionar las monedas antiguas. También vino la crisis del pelón desgraviado y creo que fue cuando mi papá dejó de viajar.
1995 – Cambio de escuela. Entré a la secundaria en el Colegio de Montaignac. Nuevo lugar, nuevos compañeros, nuevo todo, fue mi último drama infantil producto de una nueva maestra Hitleriana, la Miss Lupita de Historia, conocida por su rudeza, mi primera impresión, malísima, pero después todo fue para bien. En la secundaria se me quitó el espíritu Bart/Nelson, me dediqué a los deportes y empecé con la música. Mi primer año de piano.
1996 – Hice un cohete con papel aluminio y cerillos, otro con botes de jumex y pelotas de tennis, estaba muy orgullosa de mí. Empecé a ser buena en el Basquetball y a participar en varias actividades extracurriculares. Fuera de eso, fue un año flojo. Me dieron mi primer credencial para poder irme sola a la casa, a veces la olvidaba y tenía que esperar a que mi mamá se diera cuenta que no llegaba y fuera por mí, pues no me dejaban salir de la escuela, y claro, en ese entonces no había celulares, ni tenía dinero para una tarjeta telefónica, así que terminé por sacar un duplicado apócrifo que nunca salía de mi mochila, para evitar esas largas y aburridas esperas.
1997 – Cambiaron el plantel enfrente de mi casa. La cosa cambio mucho, la escuela creció y empezamos a tener grados de 3 o 4 grupos, éramos muchísimos y conocí mucha gente. Entré a la estudiantina y me hice amiga de gente con la que nunca me hubiera imaginado llevarme bien como con Montse. Mi vida estaba enfocada a la música y el deporte. Ganamos el primer torneo Wilson de Basquetball, me convertí en capitana del equipo y salimos en el periódico con el trofeo. Mis tardes estaban destinadas a entrenamientos y prácticas de piano en casa de la Yaya, y las novelas en su sillón. Los fines de carne asada y NFL con los muchachos de la casa. El 3°C pasó a la historia como el grupo rebelde, formado por todos los voluntarios que quisimos cambiarnos ahí para poder desahogar el A y el B de tanta gente, éramos un gran grupo, de relegados, rebeldes, liberales y bohemios que ante la negativa de ir a Six Flags el último día de clases escapó a tal parque de diversiones haciendo frente a la autoridad, que siendo fin de curso, no pudo tomar ninguna represalia.
1998 – Se acabó la secundaria e inició la prepa. Fue un año bastante flojo excepto por Samantha, me divertí mucho con la niña nueva. Una de las cosas más memorables fue cuando la Miss Letty me retó a organizar la muestra cultural ya que no paraba de quejarme que era una perdida de tiempo y organicé la puesta en escena del Diario de Ana Frank, fue un éxito, y humildemente, la Miss Letty no tuvo más que felicitarme. Salió muy bien y aprendí que si quieres hacer algo bien tienes que hacerlo tú mismo. Empezaron los talleres de preparatoria y no tuve más remedio que enfrentarme a la maestra que me odiaba y hacer audición para teatro, la hice igual, la pasé y dediqué mis tardes a los ensayos. Fui un gran Diablo naco en la pastorela, lástima que la obra de “Los árboles mueren de pie”, nunca vio la luz debido a la desorganización del equipo. De lo más importante, el primer viaje a Acapulco, y aquella visión que le dijeron a mi hermano y me dediqué a hacer realidad. Ya era una mujer. Una mujer que dedicaba lo poco que le quedaba de tiempo libre al Whata burger, al hockey y a los patines diariamente, con tal de no ir a casa.
1999 – Un gran año. Lleno de cambios y novedades. Se acabó el teatro y no tuve más remedio que entrar a coro así que me pasaba las tardes cantando y acompañando a los compañeros en el piano, platicando con la Miss Carmelita lo mucho que me gustaba y lo poco que quería dedicarme a eso el resto de mi vida. Que mala decisión había tomado. Reprobé matemáticas 3 veces y no pude reinscribirme a la prepa en la mañana así que tuve que irme a la tarde, estaba un poco apanicada. Pero no nos hagamos tontos, lo importante de verdad, aquel 13 de Mayo de 1999 fue ella. Mi primer beso de verdad.
2000 – Terminaba la prepa, yo me sentía superman, y lo tenía todo. La banda caliente, el coche, a ella y… a él. Y destrocé el coche. Mi mamá me dijo que me habían dado una segunda oportunidad, desde entonces a veces pienso si no morí y todo esto sólo me lo estoy imaginando. Empezó la universidad. Aún sin convencerme de estudiar administración me fui a La Salle y pasaba mis días refunfuñando y haciendo pesas en el gimnasio. A pesar que dejé todo en la duela no logré entrar a la selección de basketball. Entrenaba diario, pero a la hora de los partidos tenía que estar en la banca y no lo soporté. Para el segundo semestre ya escapaba de algunas clases y me la pasaba escribiendo en el parque cerca de mi casa, en el gimnasio o en casa de ella. Al término del año con ayuda de mi hermano me cambié de carrera y universidad. La noticia no fue tan mala para mis padres, sorpresiva tal vez. “Nos hubiera gustado que nos comentaras que no te sentáis a gusto” dijeron. Y fue todo. Ese año terminamos. Yo enloquecí, no sé qué pasó, creo que era demasiado para mí. Ella, lloró por 8 horas según dice, hasta que me olvidó para siempre. Ese año dejé de tocar el piano.
2001 – Por fin una carrera que me gusta. Regresé con él. Me lo pasé fantástico, creo que fue un año como estar dentro de una luna loca fumando mota. Viajé, hice nuevos amigos, me reí, me emborraché. Me lo pasé muy bien. Estaba donde quería estar como debía estar, no sé si con quien quería estar. Y descubrí que el sexo y yo no nos llevamos bien.
2002 – Mi primer viaje al extranjero. Por fin salí, me fui a estudiar inglés a Canadá. La experiencia de vivir sola. Bueno, en la comodidad de mi cuarto, mi privacidad, lejos de todo y de todos fue fantástico. Empecé a hablar de nuevo con él, intenté hablar de nuevo con ella. Él me hacía reír, ella me hacía llorar, y sin embargo, yo quería estar con ella.
2003 – Regresé y empecé a idear cómo volver a irme. Regresé con él por 3era ocasión aunque no igual, ya no llevábamos el título, sólo compartíamos el tiempo, era mucho mejor. Pero empecé a hablar de irme y él no quería, hasta que lo dejamos por la paz porque aunque queríamos, no íbamos para el mismo lado. Conseguí mi primer trabajo gracias a Carlos, era aburridísimo pero era algo, y me daba poder porque me daba dinero. Mi primer año de traje sastre y oficina. Tuve algunas relaciones buenas y algunas confesiones, fue un año bueno para el hockey. Mi hermano la conoció. Yo había dejado de pensar en ella, hace tiempo.
2004 – Lo logré. Logré irme de nuevo y a donde siempre había querido, la madre patria, la península Ibérica, España. No sin antes tener algo con ella. Me había llamado. Sonó el teléfono y sabía que era ella, y lo era. Y algo sucedió y creo que lo intentamos, lo intenté, pero por primera vez decidí bien, y aunque le ofrecí irse conmigo jamás ofrecí quedarme y me fui. También lo logré con él, el otro él, el que siempre había querido, y de no ser por él no habría logrado irme a España. Le tengo mucho cariño, pero nunca fue mi novio, siempre será mi mejor amigo. Y me pasé un año memorable. Hundida en el alcohol y la Macroeconomía. Re-conocí a Mariné y me hice de la mejor amiga que uno puede tener, tuve mi primer departamento, me hice responsable de llevar una casa, de vivir sola, y además de hacerlo a miles de kilómetros de casa. Fui muy muy feliz. Pero mis deseos se cumplen y a pesar de la distancia la traje a mí, y volvió y estuvo conmigo en España y volvimos y yo me regresé, pero me regresé por ella, no con ella. Lo feo, mi hermano. Ese año, antes de irme fue cuando él se fue. Un día llegué de la escuela y su cuarto estaba vacío, llamé a mi papá y le dije que se había ido. Esa noche, por primera vez hablé con mi papá sinceramente, borrachos los dos, y le dije: “devuélveme a mi hermano”. Creo que si hoy repitiéramos la escena le diría lo mismo. Alguien quien sea, devuélvame a mi hermano.
2005 – Lo empecé fatal. El aeropuerto me ponía de los pelos extrañando todo el tiempo Madrid, era todo lo que sabía decir, los pocos días que duramos juntas era todo que atinaba a decir: “regrésame a Madrid”. No era su culpa, ni podía regresarme ella. Luego todo terminó como lo había pronosticado, predestinado. Me dediqué a comer panditas debajo de una manta por algunos días y luego me fui levantando. Él obviamente también había desaparecido, y el original, estaba más lejos que el sol. Así que decidí estar yo sola, y por fin, me lo empecé a pasar bien.
2006 – Había terminado la universidad por fin. Busqué trabajo, lo encontré y seguí en mi premisa de seguir sola. Lo cumplí a medias, pues ya no me enfrasqué en ninguna relación pero conocí a mis chicos superpoderosos y no los solté en varios años, sobre todo a Cris. Teníamos una relación como extramarital. Como amigos sin derechos. Para mi funcionaba muy bien, supongo que para él no. Con George era al revés, y para los dos funcionaba bien, pues ninguno buscaba nada más. Fue un año de perderme y encontrarme varias veces. De volver al mundo laboral, de dejar la vida de estudiante y empezar a pensar, ahora sí qué voy a hacer.
2007 – Me había enfrascado ya en el mundo corporativo y me creía importante aunque en un estanque pequeño. La casa empezaba a ahogarme un poco y no hallaba la forma de salirme de ahí, busqué miles de opciones para poder mudarme y vivir sola, era lo que más quería pero no lo lograba financieramente. Conocí a Toño y establecimos una relación bastante disfuncional pero muy divertida, en un momento de locura me habría mudado con él. También regresé a las ligas femeniles y me lancé a Guadalajara a conocer a esa chica que ni idea de qué iba a pasar, fue divertido mientras duró, aunque estaba bien pinche loca. Ese año compré mi primer guitarra.
2008 – Reencontré al Castor. Allá por la era del hi5 un mensaje sin apuro alguno me llevó a la mejor relación de mi vida y además, a conseguir eso que tanto quería: salir de casa. Me mudé con Jessica 3 meses después de empezar a salir y me despedí de mi casa para siempre. La Yaya dijo: “ya volverá diciendo: ¿me admiten?” pero no volví. Mi vida con Jessica ha sido una aventura increíble que no pensé tener nunca. Me establecí, cree un hogar y una familia, cambié. Fue un gran año.
2009 – La empresa ya no me gustaba, el trabajo sí. Me había acostumbrado a trabajar desde casa y era difícil renunciar a esa comodidad pero tenía que hacerlo, tenía que buscar algo mejor. Ser una papa casada tiene sus cosas, ahora había que buscar estabilidad, compartir recursos, planear el futuro. La comodidad tenía que pasar a segundo plano para que nuestros recién nacidos planes pudieran llevarse a cabo. Pasamos por un momento difícil, Jess había renunciado al trabajo que tampoco le gustaba y conseguir otro tardó más de lo esperado. Pudimos salir adelante, aún no sabemos cómo, pero con menos tiempo juntas y una cuarta parte de lo que ganamos ahora, mantuvimos nuestra casa y nuestra vida siempre a flote. Aprendí mucho de esa situación. Aprendí a cuidar de alguien, a hacerme responsable, a sacrificar cosas por otras más importantes y a ver la vida de diferente manera. A veces ser feliz consiste en la capacidad de hacer a otra persona feliz.
2010 – Al diablo con el trabajo. Había decidido renunciar así tuviera que dedicarme a limpiar casas ajenas, pero como el burro que tocó la flauta, abrí mi correo y una entrevista de trabajo que no había solicitado se presentó, y además se presentó en la forma del trabajo de mi sueños, con todas las especificaciones y caprichos que había pedido, así que no tuve más que aceptarlo y al fin conseguí –laboralmente- lo que tanto quería. Ahora, con ambas en un buen trabajo, con una vida cómoda y sencilla la vida parecía un bonito cuadro de Miró, inexplicable, tranquila y llena de color.
2011 – Había empezado mal. En la recta final del 2010 la Yaya había tropezado con un obstáculo así que empecé el año en el hospital. La negligencia de los médicos del Hospital Español nos trajo de regalo de año nuevo a la Yaya con 2 infartos cerebrales. El 2011 le había llevado el habla, el movimiento y parte de la lucidez. Para mí, me había llevado el alma. Después de 6 espantosos meses de ir y venir del hospital queriendo ayudar y sin saber que hacer finalmente nos dejó. Me sentía miserable. Por no haber hecho más –si es que se podía-, por no pasar más tiempo, por no haberla entendido, pero haber deseado que se fuera de una vez para que dejara de sufrir y por haber deseado que se quedara para siempre aunque fuera en esas circunstancias. El 2011 había tenido mi primer encuentro con la muerte y con el duelo, parecía que lo estaba manejando mejor de lo que esperaba, pero lo que me esperaba no era nada bueno. Terminé este año muy enojada, muy triste y muy asustada en el hospital con mi primer ataque de pánico que confundí con un ataque de asma. Odié este año.
2012 – Preparada para el fin del mundo salí el 1 de enero del hospital sin entender bien qué había pasado. Mi salud estuvo del demonio los siguientes meses con una gripa interminable e incapacitante que mantenía mi humor a muy bajo nivel. Regresando de nuestras primeras vacaciones en la playa me dio mi primer ataque de pánico. Creía que me iba a morir. Las noches que pasé en casa de mis papás rezando porque no se me cayera el cielo sobre la cabeza recuerdo que sólo pensaba: sólo tengo que sobrevivir 2 días más, 1 día más, esta noche… hasta que llegara la cita con el Psych y me dopara. “Sobrevivir” porque creía que me moría. Desde entonces se acabó el alcohol y empezó el Prozac. Las primeras noches de Tafil eran como un viaje de hongos en los que no distinguía lo que había soñado de la realidad y por fin entendí lo que le pasaba a la Yaya con esas pastillas. Después de un montón de terapias, hipnoterapias, talleres y cursos mi vida se fue por el rumbo ZEN –no quedaba de otra- y aprendí a meditar para poder calmar todos los demonios que empezaba a descubrir. Sigo en ese proceso. Una teoría muy posible es que me dio la crisis de los 30, claro que de manera inconsciente. No sé si así fue pero sigo trabajando en la crisis sea cual fuere la causa de ella y acerca de los 30, no tengo más que decir que: Bienvenida realidad.